Reflexiones de carretera

El siguiente escrito surgió en el trayecto de Jujuy a Córdoba. Éste fue el último de unos cuantos: ya había ido a las cataratas de Iguazú, al sur de Córdoba, a Mendoza, a Buenos Aires un par de veces, y ya había viajado día tras día esperando llegar al trabajo o a casa.

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Las expectativas nunca serán buenas. Hice este viaje bajo esa premisa, y por eso todo ha sido sorprendente. No esperaba nada, sin embargo he pasado gran parte del viaje esperando. Sentada en una sala de espera, en una camioneta, colectivo/camión, ferry, o avión.

Al inicio es emocionante, disfrutas el entorno, piensas un millón de cosas y hasta te relajas. Después, cuando te das cuenta que los destinos interesantes implican un mínimo de ocho horas, te resignas y esperas no desesperar. 

Esperar es sentarse a contemplar los detalles usualmente ignorados. Es beber una taza de café que la impaciencia hace percibir como muy pequeña. Es ilusionarse tras cada silueta que juega a pretender que es a quien tú esperas. Es ver las imágenes del celular resistiendo candy crush para no gastar la batería. Grande si consigues wi-fi y puedes aminorar los nervios.

Y cuando lo que esperas no es un 'dónde' si no, un 'a quién' es utópico relajarse. Casi imposible no sentir frío a causa de los nervios, irresistible imaginar el saludo y la emoción al encontrarle. Inevitable matar la esperanza...

Esperar es también hacer la odiosa fila en migraciones, donde además esperas que todo salga bien. Lees cientos de veces los letreros e intentas practicar y almacenar las palabras extranjeras, cosa que no pasará. Analizas si el semblante del encargado es positivo o qué.

Es contar los kilómetros entre pueblo y pueblo. Memorizar el orden de los mismos y sonreír con tranquilidad. Esperar es fortalecer vínculos. Hablar, compartir susceptibilidades flaqueando ante el tedio o sucumbiendo en el momento.

Es escuchar la misma lista de reproducción infinidad de veces, al punto en que se convertirá en el soundtrack de ese episodio. Esperar es girar y acomodar tu cuerpo de mil y un formas evitando futuras torceduras o dolores de espalda. Es contar los días para estar en casa. Es contar los días que te quedan con personas maravillosas que quizá no te cruzarás jamás.

Es aceptar que desperdiciaste más horas con personas que trasladándote. Esperar es valorar a aquellas que sí atravesaron el continente para vivir un poco de la aventura contigo. Es saber que ese par de hermanos, uno de sangre y uno de 'al mentis', también pasaron por el mismo proceso de espera.

Esperar es escribir durante un trayecto de catorce horas y no vomitar en el intento.

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