2014: El sueño hedonista (Argentina)
(Continuación...)
Un buen amigo, que conocí en Córdoba, me dijo que al despertar en su cama en su país de origen después de pasar todo el año en Argentina sintió como si todo hubiera sido un sueño. Justamente lo que había estado rondando mi mente y no me atrevía a aceptar, pues, de repente ya no tuve que buscar en mi diccionario mental los benditos vocablos cordobeses, no fue necesario caminar y caminar para llegar a cualquier lugar, ni tampoco lo fue cargar como jumento las bolsas un martes en la feria de frutas y verduras. Ya no tenía que diseñar estrategemas para administrar mi modesto ingreso, ni mucho menos pensar en actividades varias para evitar la monotonía y la soledad. Muy raro.
Lejos de esas pequeñas cosas que formaban mi pequeña vida cordobesa, está el hecho que lo asemeja a un sueño: nadie más a mi alrededor sabe de lo que hablo. Es como cuando tus amigos se reúnen y tú no puedes ir. Hubo anécdotas y chistes que jamás entenderás a menos que tanto tú como ellos tengan la paciencia y voluntad de contarlos una vez más. Es igual. Ninguno de mis amigos leoneses sabe lo que implicaba estar en el Parque de las Tejas y tener antojo de un Starbucks, ninguno entendería lo que es tener que ir en colectivo al otro lado de la ciudad estando a treinta y cuatro grados, o que la pizza y la cerveza fueran la descripción de cena económica. Eso por mencionar otras partes de la cotidianidad neocordobesa, estoy dejando fuera lo que es vivir con catorce adolescentes y estar a dos aviones de casa.
Sólo ha pasado un mes y siento que ya he olvidado demasiado. Hay muchas cosas que a nadie realmente le interesa saber (que estoy segura morirán en mis escritos privados). Todos quieren saber sobre la comida, la gente, los lugares, el clima y quizá la economía. A nadie le importa saber cómo es que una mexicana dio clases de inglés en Argentina, cómo eran los alumnos, las clases y los obstáculos del lenguaje compartido. Así como nadie quiere saber cómo se siente una traición al estar lejos de tus amigos reales, o una ruptura de corazón a domicilio enviada desde México. Y es todo eso lo que resulta todavía más imposible de compartir. Es un enorme chiste local que sólo tu amiga francesa, tu amiga ecuatoriana, tus amigas cordobesas y tus resis podrán entender. Sólo esos que fueron parte del sueño.
-------
El día que cumplí 27 abrí los ojos y vi un gran cuadro del Yellow Submarine, estaba en una cómoda y cálida cama matrimonial. No estaba en Ituzaingó 1440. Me levanté en un cuarto acogedor, donde podía estar desnuda si quería. Vi una bandera argentina llena de hermosos mensajes, recordé que hacía sólo 24 días mi vida era otra. Me sentí traicionada por mi mente y por la distancia. Me di cuenta que ya había terminado todo, iniciaba un nuevo año de vida, así que empecé el recuento de los daños. ¿Qué hice a mis 26?
Llegué a mis 26 con buenos hábitos, una vida sana, un buen trabajo, un auto, una mente equilibrada y un corazón a medio quebrar; cumplí mis 26 sabiendo que sería tía por tercera vez y que en esta ocasión lo sería de una nena; trabajé a distancia con una empresa argentina; me inscribí a la maestría de enseñanza de español como lengua extranjera; compré un par de boletos que cambiarían mi vida; fui la más consentida con múltiples despedidas y buenos deseos. Tuve la mejor recibida en Córdoba, conocí a las mejores personas, visité los mejores lugares, besé los mejores labios, y me hice de la mejor de las barrigas, tras beber las mejores cervezas, los mejores vinos y comer la mejor comida. Al final de mis 26 volví a despedirme, esta ocasión de personas que ni conocía al iniciar mi año. Reí, lloré y reí otra vez. Jamás creí ser tan afortunada y rica. Aun al no tener a mi familia y amigos cerca; aun cuando él decidió irse con otra.
Llegué a México, a mi familia y a mis amigos, con un amor que sí superaría la distancia: mi amor por la Argentina. Mi madre me recibió con un delicioso mole y un día después conocí a mi hermosa sobrina. Fui sorprendida por mis queridos con una fiesta de bienvenida. Tomé tequila -del bueno-, comí una jícama -de las de Gus-, salí con mis amigos. Reí, lloré y reí otra vez. Me volví a enamorar de Guanajuato y sus calles empedradas. Y para estrenar mis 27, pisé el Pacífico después de dos años de no vacacionar y poder ahorrar para la aventura en el sur. ¿Qué más podía pedir?
Así que, aun cuando no estudié la maestría a la que me inscribí, aun cuando subí de peso, me quedé sin ahorros y con un corazón escéptico y adolorido, agradezco a todos los causantes de ello porque, aun con eso, el 2014 ha sido uno de los mejores años de mi vida. El 2014 fue mi sueño y realidad, por el cual río, lloro y vuelvo a reír. He llegado a la conclusión de que mi cara es cuadrada a causa de mi sonrisa, que no ha dejado de estirarse conforme pasan los años. Y esta sonrisa es y ha sido causada por ustedes.
(Tenía que ponerlo.)
Comentarios
Publicar un comentario