Lorena en Wanderlust


2015 se suponía difícil. Retomar mi vida leonesa: comer equilibradamente, hacer ejercicio con regularidad, trabajar más de tres horas por día, reintegrarme con amigos, familiares y, posiblemente lo más difícil, encarar el desamor.

Quien te haya dicho que viajar es lo mejor del mundo, te ha ocultado una gran verdad: viajar también trae consigo una constante agonía. Esa que se asoma con cada cero de tu cuenta bancaria (si es que no quedaste en número rojos). La misma que te recuerda lo lejos que ahora están esos seres a quien tanto te uniste, y lo lejos que ahora estás de quien no ha vivido la aventura de viajar... Pleonasmo. De quien no ha vivido.

Es ese wanderlust el que nos mantiene a muchos trabajando duro. Mi objetivo era volver a viajar al final del 2015. Perú era el objetivo ideal. Conocería más sobre la cultura inca y me cruzaría a mis peruanos favoritos, con suerte hasta con mi hermana del sur y con el colombiano más mexicano. Sin embargo, lo ideal nunca se asimila a lo real. Y con el nuevo año, llegaron nuevas oportunidades laborales y nuevas necesidades...

No tenía idea de dónde empezar. Ni siquiera sabía si quería viajar, vivir en el extranjero o establecerme en el extranjero. Regresamos al constante punto problema de este blog: la estabilidad económica. Después de analizar los diferentes panoramas, pensé que debería especializarme más y obtener una certificación para trabajar mientras viajo y no quedarme en bolas en el intento. Mayo 2015 - primera clase en la Universidad de Guanajuato, sede del ICELT (certificación brindada por Cambridge para maestros de inglés).

Con el paso de los meses no solo se incrementaban las ansias de volver a vivir una aventura, también aumentaban las ganas de salir corriendo del trabajo que había aceptado en marzo. Recordatorio personal: las escuelas pretenciosas no son para mí, dar clases en nivel medio no es para mí. El estrés empezaba a tomar forma de acné en mi cuerpo, luego de haberlo intentado en mi peso y como sarpullido también. Así que no solo estaba cansada por/de trabajar con pubertos, si no que ahora parecía uno de ellos.

Dentro de todo ese estrés y carga laboral, no había tiempo para hacer ejercicio o salir con amigos. El más grande placer radicaba en jugar mis cinco vidas en Candy Crush. Así de patético fue ese episodio de tu narradora... Patética o no, siempre fiel creyente de que cada persona aparece en el momento justo para enseñar una buena lección. Justo así llegó ÉL. El único al que respeto incluso cuando no acentúa su nombre. El único nombre que no acentúo. Un nombre que acentúa la mezcla perfecta entre mi lengua madre y la suya, el inglés. 

Su paso por León terminaría el día que nos conocimos, así como cualquier ilusión que nos hubiera cruzado la mente al disfrutar tanto la compañía del otro. Un amor mutuo por el punk, el arte y el wanderlust nos unía. ÉL también se estaba certificando como maestro de inglés. ÉL también quería viajar trabajando. ÉL también sonrió cuando le dije mis planes. De pronto esto parecía un muy mal chiste: otro gringo que sabe de letras y música, y que tiene las mismas ambiciones que yo. Algo debe andar mal. Claro. ÉL se iba a la mañana siguiente. No había forma de que tropezara una vez más con una piedra tan similar. 

El final de la noche cerró con un abrazo, una felicidad inmensa por haber coincidido aunque fuera algunas horas. "La historia de amor más corta del mundo", como se la describí a mis amigas, me dejó sonriendo toda la noche y todo el día siguiente. Seguimos comunicándonos vía texual, solo para darme cuenta que ese carácter tan lindo, ese ser tan transparente, esa voz tan sexy, en ese alto y atlético cuerpo jamás volverían a cruzarse en mi camino... O al menos eso creía.

Houston, Tx.
...Continuará


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