Error de errante Parte II
Si caminas hasta que alguna parte de los pies literalmente te sangra, no te preocupes. Las siguientes veces dejarás esos zapatos en el armario y optarás por la comodidad (y bienestar) antes de la vanidad. Aprenderás que cuando viajas, la vanidad no es bienvenida. Y vivir así, también es parte de la experiencia.
Todo esto me lo tengo que repetir ahora, a dos meses de dejar la Argentina, porque esto es algo que no aparece en las guías turísticas. Siempre sabes que extrañarás, aunque no estés seguro cómo se siente eso realmente. No sabes que llegará el día en que extrañes ir a casa de un amigo y hablar por horas mientras él hace sus planos y tú revisas tareas; sueñas con ir a comer a casa de tu mejor amiga y que la plática siempre quede interminable.
De pronto ya tienes una cama, un cuarto y un lugar al que llamar casa, pero no está tu familia de sangre. De pronto salir a bailar y embrutecerte de la nada ya no es atractivo. En un inicio estaba bien, y tal vez en otro tiempo lo hubieras disfrutado más. Pero cuando te acercas cada vez más al fin de los veintes, buscas otras experiencias: tomar ya no se trata de perder la razón, sino de relajarte y desinhibir el cerebro; bailar es algo que solo haces con amigos en bodas o fiestas; prefieres ir a un concierto, una exposición de arte, a cenar o sólo a caminar. Desvelarte es un gran esfuerzo y solo vale la pena cuando estás con buena compañía.
El error no está en la decisión de irte a casa o hacer una nueva donde estés. El error está en creer que esto sólo pasa cuando estás viajando...
...
Porque al estar viviendo un buen día en casa, también deseas estar en otro lugar; la comida también te llega a parecer aburrida, y los zapatos malos siempre te harán sangrar (incluso viviendo en la capital internacional del calzado). Siempre habrá algo qué añorar: amigos que dejaste en otro país o amigos que viven a menos de veinte minutos de casa.
Como lo escribí antes: no siempre es el lugar, sino el tiempo. Tal vez sea mi complejo de la edad de oro, pero mi romanticismo y alma bohemia me llaman a los años cincuenta donde el arte es valorado y los valores son épicos en esa época. Aunque no imagino una vida pacífica en un mundo de (mayor) represión femenina, tal vez hubiera sido buena excusa para revolucionar... Tal vez éste lo sea. No siempre es el tiempo, sino el lugar. Ni de aquí, ni de allá.
Supongo que por eso Córdoba me cayó tan bien. Quizá los residentes discrepen, pero el hecho de no ser tildada de pobretona/popular/inserteadjetivo por ir en camión (colectivo) al trabajo o por viajar economizando es un privilegio que en México no se tiene. El no tener que vivir detrás de una marca de ropa, trabajar compulsivamente para tener el artefacto 2.0, y así tener la imagen completa del éxito, es un alivio.
La vanidad era opción y no requisito. No estaba mal si no me maquillaba diario. La cultura estaba a unas cuadras de casa, y los chicos lindos e inteligentes también. Aquí se tiene que andar cazando eventos culturales, y ni hablemos de los chicos lindos e inteligentes...
Ahora, a varios meses de estar inmersa otra vez, he vuelto a disfrazarme de mujer capitalista. Aquí, donde no importa mi mirada, sino la forma de mis ojos; donde no importa que escriba, sino que gane. Y, ¿qué gano en realidad? Solo las ganas de hallar a más como yo. Las ganas de que él hubiera venido a México. Las ganas de no tener ganas porque no hay quien lo valga.
El error del errante no es decidir entre volverse o quedarse, sino permanecer estático; pues solo así se da cuenta que su hogar está en distintas partes del mundo y ni siquiera lo sabía; que no es ni de aquí, ni de allá; ni de él, ni de nadie. Que sigue y seguirá siendo pasajero.
Como lo escribí antes: no siempre es el lugar, sino el tiempo. Tal vez sea mi complejo de la edad de oro, pero mi romanticismo y alma bohemia me llaman a los años cincuenta donde el arte es valorado y los valores son épicos en esa época. Aunque no imagino una vida pacífica en un mundo de (mayor) represión femenina, tal vez hubiera sido buena excusa para revolucionar... Tal vez éste lo sea. No siempre es el tiempo, sino el lugar. Ni de aquí, ni de allá.
Supongo que por eso Córdoba me cayó tan bien. Quizá los residentes discrepen, pero el hecho de no ser tildada de pobretona/popular/inserteadjetivo por ir en camión (colectivo) al trabajo o por viajar economizando es un privilegio que en México no se tiene. El no tener que vivir detrás de una marca de ropa, trabajar compulsivamente para tener el artefacto 2.0, y así tener la imagen completa del éxito, es un alivio.
La vanidad era opción y no requisito. No estaba mal si no me maquillaba diario. La cultura estaba a unas cuadras de casa, y los chicos lindos e inteligentes también. Aquí se tiene que andar cazando eventos culturales, y ni hablemos de los chicos lindos e inteligentes...
Ahora, a varios meses de estar inmersa otra vez, he vuelto a disfrazarme de mujer capitalista. Aquí, donde no importa mi mirada, sino la forma de mis ojos; donde no importa que escriba, sino que gane. Y, ¿qué gano en realidad? Solo las ganas de hallar a más como yo. Las ganas de que él hubiera venido a México. Las ganas de no tener ganas porque no hay quien lo valga.
El error del errante no es decidir entre volverse o quedarse, sino permanecer estático; pues solo así se da cuenta que su hogar está en distintas partes del mundo y ni siquiera lo sabía; que no es ni de aquí, ni de allá; ni de él, ni de nadie. Que sigue y seguirá siendo pasajero.
Este video me lo compartió un buen amigo. Ojalá pudieran sentir lo que yo al verlo. =')
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