Invierno
En el lado norte del hemisferio es invierno ahora. Aunque naturalmente no todos lo padecen igual: nosotros, en el bajío, estamos en la gloria. Por lo menos hasta ahora este invierno ha sido soportable y tenemos nuestros veintitantos grados apenas sale el sol. Más al norte sí se las están viendo blancas con varios números arriba de nieve y otros cuantos abajo de temperatura.
Al tener tan fresco el viaje al sur, no puedo evitar comparar el invierno que me tocó vivir por allá cuando aquí iniciaba el verano. Para los oriundos, los colombianos y yo éramos unos exagerados que no aguantábamos nada, pero para los acostumbrados a sudar, el invierno en Córdoba fue toda una circunstancia que determinó hábitos, gustos y humor.
Había estado esperando el invierno para hacer una visita a Mendoza y conocer un tramito de la cordillera de Los Andes. No sabía qué tan posible sería, no sabía qué tan lejana era la capital de la montaña, no sabía qué tan seguro era, cómo llegar, dónde quedarme. Sin embargo, aprendí que no todo se puede planear. Esta vez decidí relajarme y dejar que las cosas se dieran. La idea era hacer snowboarding o esquiar, jugar con la nieve que usualmente no tenemos y morirnos de frío un rato.
Al tener tan fresco el viaje al sur, no puedo evitar comparar el invierno que me tocó vivir por allá cuando aquí iniciaba el verano. Para los oriundos, los colombianos y yo éramos unos exagerados que no aguantábamos nada, pero para los acostumbrados a sudar, el invierno en Córdoba fue toda una circunstancia que determinó hábitos, gustos y humor.
Había estado esperando el invierno para hacer una visita a Mendoza y conocer un tramito de la cordillera de Los Andes. No sabía qué tan posible sería, no sabía qué tan lejana era la capital de la montaña, no sabía qué tan seguro era, cómo llegar, dónde quedarme. Sin embargo, aprendí que no todo se puede planear. Esta vez decidí relajarme y dejar que las cosas se dieran. La idea era hacer snowboarding o esquiar, jugar con la nieve que usualmente no tenemos y morirnos de frío un rato.
Fue en esos días que más bien parecían noches. Cuando el despertar a las 7 AM implicaba esfuerzos mayúsculos al no haber luz más natural que la de un foco, ni calor mayor a la del mismo. Cero grados, menos uno, menos dos, menos tres... Y yo sin haber descubierto la parada de colectivo que está a tres cuadras de casa... Todo esto mientras en México muchos se iban a la playa, y el mundial llegaba a su fin al igual que las esperanzas argentinas por verse campeones. Esto también pasó cuando la casa estuvo más tranquila que nunca. Cuando sólo los extranjeros y un par de locales se quedaron. Cuando era más convivencia que supervivencia: no había extravío de cubiertos o comida, todo estaba medianamente limpio y nosotros, medianamente cubiertos por un vínculo más estrecho. Ése de "yo también quisiera estar en casa".
Sin embargo, llegó la fecha y llegué de trabajar. Era un jueves en la noche cuando partiríamos, yo terminaba de dar clase más allá del arco de Córdoba a las 19 horas y llegaba a casa cerca de las 20. Ya había empacado, pero el buen peruano aún seguía haciéndolo. Acomodé los últimos detalles, me alisté y junto con el buen hobbit argentino apresuramos y puteamos (connotación argentina) amorosamente al impuntual peruano de miércoles. Entre paradas en los kioscos para comprar pebetes, y taxis inexistentes en Chacabuco, estaba la posibilidad de perder el colectivo. Un par de minutos antes de su partida, llegamos.
Nos esperaban ocho horas para que empezara lo divertido, pero para los que son como yo y pueden pegar pestaña en cuanto se acomodan, esto fue relativamente rápido. Sí, todo el tiempo me estuve maldiciendo por seguir postergando (hasta la fecha) la compra de esa almohada en forma de herradura que hubiera evitado tanta torcedura, pero el tiempo pasó. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en Mendoza.
Fue el buen "Mendo", amigo de Fede, quien nos recibió y paseó todo ese finde. Fue él quien se desmañanó y pasó por nosotros a la terminal. En mi plan inicial estaba hospedarme en un hostel de esos rumbos, pero ya estando ahí supe que no era la mejor de las ideas. Ya más despiertos fuimos a dar una vuelta y sentimos el frío mendocino. Córdoba no era nada ahora. Yo vestía unos jeans y por debajo una calza (leggings), una musculosa (playera de tirantitos), remera (playera) de manga larga, remera de manga corta, y una gran campera (chamarra); los guantes y gorro no podían faltar. Pero aún sentía frío. Me sentía Maggie con su onesie de estrella.
Era un departamento que no parecía departamento. Estaba adentro de una serie de locales. A primera vista nos pareció genial. Más privacidad y seguridad. Dejamos las cosas y volvimos a lo nuestro. Ya de regreso en la noche, listos para bañarnos y dormir, subimos rumbo a nuestro cuarto. La luz de los pasillos era tenue y en unos lados rojiza, nos dimos cuenta que las paredes estaban despintadas y gastadas; olía a cigarro y se escuchaba música en el cuarto frente al nuestro. "Parece telo" dijimos en broma. Peleaba con la llave de nuestro cuarto, cuando de enfrente sale una aparente mujer... Con rasgos muy masculinos... Peluca... Maquillaje excesivo... Y tetas falsas. Cerró su cuarto que dejaba escapar música animada. La risa quería escaparse también, y yo que no podía abrir la méndiga puerta. Entramos y, obviamente, nos cagamos de risa. Inmediatamente fui al que iba a ser mi cuarto (cama matrimonial y tele) e inspeccioné la cama. Sí. Había cabellos y manchas en las sábanas. Grité e hice el escándalo típico de una persona con una ligerísima germofobia e hipocondria. De pronto me imaginé a miles de personas haciendo de las suyas en cada rincón del cuarto, cada mancha era un rastro de sus fluidos para mí.
Llevaba conmigo un spray anti-bacterial y otro anti piojos, lo regué en toda la cama en la que me quedaría después de que la sacudí miles de veces. Puse mi toalla encima de la almohada y me cubrí solamente con la chamarra. Toda la noche sentía comezón en todo el cuerpo y me imaginaba las formas microscópicas en las que los ácaros y otras bacterias hacían en las suyas. Supongo que he dormido en lugares peores y ni cuenta me he dado. Ésa era tan sólo la primera noche.
Llegamos a la ciudad ya tarde para hacer alguna otra actividad turística, así que descansamos y caminamos un poco por el centro tratando de decidir qué cenar. No recuerdo cómo decidimos quién cocinaría, pero su narradora fue la que tuvo que arreglárselas para cocinar con una pequeña cuchara desechable y con envolturas de plástico como platos. Al final sí me ayudaron, no me puedo quejar.
El día siguiente sería nuestro último en Mendoza. Yo moría de ganas por hacer la ruta del vino, pero nadie contaba con que la selección argentina llegaría a la final del mundial y que ese partido se disputaría a mitad de la tarde. ¿Qué se hace en esos casos? En este viaje como en el anterior (El viaje interminable hacia las cataratas de Iguazú) aprendí que la flexibilidad debe ser parte del viajero. Siempre es bueno tener un plan para cada letra del abecedario, y disfrutar lo que se presente. Los tercos (perseverantes, en eufemismo) como yo, agotamos posibilidades, y está bien; pero a veces es mejor no desgastarse y aceptar lo que venga.
Así que, sabiendo que el país entero estaría viendo el enfrentamiento futbolístico, y que nadie querría guiar a un trío de turistas antipáticos del deporte, aceptamos con aplomo dedicar ese día para disfrutar de esa final. Después de todo, ¿cuántas veces lograríamos estar en el país del equipo que llegó hasta la final? Las posibilidades se reducen cuando tu equipo ni siquiera es seleccionado (lo siento, Perú, lo tenía que decir) y cuando el otro es mexicano (auch). Cabe mencionar que no se trata sólo de sentarse y ver el partido. No, señores, es la perfecta oportunidad para cocinar un suculento asado, unas empanadas, o hasta de preparar salchichas alemanas y acabar con ellas gustosamente (sin albur). Y así fue, observamos la minuciosa elaboración de un asado y alfajores caseros, para después devorarlos con fervor (lo admito, no comí carne esta vez).
Si bien hubiera preferido haber visto ese partido con la persona con quien vi los anteriores, éste fue especial también. Estábamos en un ambiente familiar, que hace mucho no sentíamos, y la decepción ante la pérdida se sintió menos, pues en cuanto terminó el partido, nosotros partimos también. Ningún argentino supo esto en el momento, pero por una parte me daba gusto que no hubieran ganado, pues así no me estaría perdiendo de la súper celebración en Patio Olmos. Egoísta, lo sé. Pero, aunque ya estaba enamorada del país, no era mi selección, así que no dolió la derrota.
Esperaba que nuevamente estuviéramos en nuestro destino en un abrir y cerrar de ojos, pero a cambio de eso conocí otra parte de la "cultura" argentina. Quería cultura, ¿no? Bueno, pues si bien había escuchado de colectivos que se rompían (descomponían) en pleno camino, jamás esperaba que esto pasara en el que pretendía llegar a las 6 de la mañana para así poder dar clase a las 8. "Espera lo inesperado". Bueno, aprendí que esto es común y que no hay ninguna clase de compensación por parte de los prestadores de servicios. Los usuarios simplemente se resignan y esperan las horas necesarias a que lo reparen, o a que llegue otro colectivo en el cual irse. No ocupando un digno asiento, claro está. En nuestro caso fue a lá San Ignacio: media pompi en un escalón y media en el espacio.
Pero, bueno, finalmente llegamos a las siete y algo de la mañana. Corrí a tomar un taxi hacia Capitalinas. Llegué temprano, con tiempo suficiente para asearme un poco y que nadie notara que la teacher recién llegaba del viaje. Lo único que me delató al día siguiente fue la buena gripa causada por el temor de las bacterías en las sábanas y los buenos y mendocinos grados bajo cero. También culpo al peruano que andaba enfermo. De vuelta a la realidad cordobesa: a trabajar, a conocer y a escribir.
Me encantó tu post, imagina leer esto en 10 años, no vas a creer que te pasó todo eso a ti, sigue viajando y por favor nunca dejes de escribir, saludos!
ResponderEliminarNunca checo los comentarios porque casi nadie comenta, y casi lloro con el tuyo. Mil gracias por el apoyo, JP. =')
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