El vestido perfecto
Creo que encontrar pareja es muy parecido a cuando vas a comprar ropa, por ejemplo cuando buscas un vestido:
- Si no sabes lo que buscas, ninguno te va a gustar del todo y a la vez todos van a llamar tu atención.
- Cuando ya sabes qué es lo que buscas, no es más simple pero por lo menos sabes a dónde vas.
Ya en este punto, puede pasar que encuentras uno que te encanta a primera vista. Te lo pruebas y resulta que no se acopla del todo a tu cuerpo: de unas partes te queda muy apretado y de otras, muy flojo... No te sientes a gusto con él.
- Ves otro, ya sabes más o menos qué características no te favorecen; éste tiene además un color espectacular, pero cuando lo pides... Resulta que no hay de tu talla. Por más que te pruebes uno más chico y uno más grande, alguien más ya se llevó el que podía ser para ti.
- Después de eso puede que ya estés muy decepcionada y prefieras recurrir a los vestidos que ya conoces y tienes en casa, aunque no sean realmente lo que tú quieres. Sigues buscando ya casi por pura inercia y uno llama tu atención: tiene la forma que buscabas, el color que te había gustado en el anterior y hasta tiene descuento. Parece demasiado perfecto e incluso crees desesperanzada que no habrá de tu talla.
Cuando preguntas y te dicen que sí la hay, una parte de ti se emociona y otra no quiere emocionarse tanto por miedo a que no se vaya a ver tan genial como parece. Ves el espejo: resulta que te queda impecable, puedes moverte como quieras porque está comodísimo y la tela es de muy buena calidad.
Ya en la caja, te dicen que había una clienta que casi se lo llevaba, pero por más ajustes que le querían hacer, no le había quedado. Ése vestido era para ti.
Algunos días mi lado romántico quiere pensar en esta analogía y considerar que quizá he visitado demasiadas tiendas erróneas, pero que por ahí anda mi vestido perfecto. Otros días, mi parte realista me hace considerar que tal vez no sea tan necesario tener un vestido para esta fiesta. Tal vez eso es sólo una expectativa social. Lo que importa es sentirte cómoda en tu propia piel y satisfecha con la tela que has decidido ponerte encima.
Algunos días mi lado romántico quiere pensar en esta analogía y considerar que quizá he visitado demasiadas tiendas erróneas, pero que por ahí anda mi vestido perfecto. Otros días, mi parte realista me hace considerar que tal vez no sea tan necesario tener un vestido para esta fiesta. Tal vez eso es sólo una expectativa social. Lo que importa es sentirte cómoda en tu propia piel y satisfecha con la tela que has decidido ponerte encima.
Comentarios
Publicar un comentario